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ESPERANDO EL PORVENIR
El lector debe comprender que este texto fue escrito hace cuatro años, cuando aún el trayecto de Tarancón a Utiel por Cuenca, no había sido definitivamente suprimido.
Durante más de sesenta años he sido usuario del ferrocarril español y un profundo apasionado suyo. Lo he vivido profundamente, lo he sufrido… pero lo he disfrutado aún más. Debo reconocer en cualquier caso que ese disfrute ha ido bajando en la medida que aumentaba la velocidad de los trenes y sobre todo a partir de la instauración de los trenes AVE. Reconozco su rapidez, comodidad y múltiples ventajas pero se han perdido muchas “liturgias”, muchas vivencias que convertían a los viajes en casi aventuras o, al menos, en un ámbito de encuentros, sorpresas y sensaciones. Pero también he querido conocerlos y vivirlos porque, aun así, siguen siendo trenes…y más pronto que tarde serán también trenes clásicos, y se vivirán con ellos y en ellos otras “liturgias” y otras sensaciones. El tren siempre será el tren y su encanto nunca se perderá.
Todo ello lo he ido reflejando en este libro de recuerdos y, bajo otro enfoque, en mi blog “Trenes y tiempos”. Vivencias antiguas y modernas, datos y reflexiones me han posibilitado tener una visión relativamente global de nuestros trenes, de su evolución, de su explotación, de aciertos y de fracasos. Naturalmente es una visión incompleta porque me faltaría una mayor formación técnica y un conocimiento –al menos un poco más profundo- de las razones que impulsaron unas u otras elecciones o decisiones. Aún así, pienso que dispongo de una cierta credibilidad para exponer algunas opiniones sobre todo ello.
Para mí, el gran error de los últimos treinta o treinta y cinco años ha sido el progresivo abandono de los servicios regionales y la apuesta creciente, y a mi juicio excesiva, por la alta velocidad. Se puede argumentar como razón importante para ello el abandono del medio rural por sus habitantes pero, a ese abandono, ha contribuido también el desinterés por parte del Estado en prestar un servicio público eficiente con horarios adecuados y material fiable. Se ha contribuido así al potenciamiento de la “España vaciada” con sus graves problemas asociados.
Viaducto Torres Quevedo o de Narboneta, muy cerca de la estación de Enguídanos en el extinto "directo" Aranjuez-Cuenca-Valencia (Ángel Rivera)Todo ello es más doloroso aún cuando se ve la ingente cantidad de millones de euros invertidos -a veces incluso hasta “distraídos”- en las costosísimas infraestructuras de alta velocidad, para satisfacer una carrera, a mi parecer un poco alocada, de regiones y ciudades para poseer el AVE. Por supuesto que no discuto la necesidad de ferrocarriles rápidos y fiables, pero ¿no habría sido en muchos casos más eficaz apostar por soluciones de “velocidad alta” en vez de “alta velocidad” aunque ello hubiera supuesto un alargamiento de no más de veinte o treinta minutos en la duración del viaje y aprovechando en gran medida infraestructuras existentes?
En cualquier caso, la mayor parte de la red de alta velocidad ya está construida o falta relativamente poco para ello, en ese caso, ¿no sería lógico plantearse el establecimiento por ella de algunos servicios regionales, aprovechando estaciones que ahora sólo tienen un uso “técnico” o incluso construyendo alguna nueva en puntos estratégicos? No creo que la densidad o velocidad de ese tráfico perturbara en gran manera los servicios “puros” de alta velocidad y de hacerlo… ¿qué podría significar?... ¿aumento de algunos minutos en la duración del trayecto? Incluso de ser así, creo que sería perfectamente asumible si ello supone una mayor permeabilización de algunas zonas geográficas de España.
En cualquier caso ello no sería sino una acción complementaria para una regionalización ferroviaria mucho más profunda que, con infraestructuras mejoradas, vehículos eléctricos o híbridos y horarios y cadencias adecuadas, favoreciera una mayor ocupación de zonas rurales y responder así a la tendencia observada en buena parte de la población de ir abandonando las grandes urbes gracias a la gran expansión de la digitalización y del teletrabajo.
La otra gran asignatura pendiente es el tráfico de mercancías. El tremendo transporte por carreteras y autopistas no parece sostenible, aunque todavía queden en esa actividad grandes intereses económicos. Por contra, la eclosión y crecimiento del transporte ferroviario por empresas privadas demuestra que cuando se ofrece un servicio eficiente y flexible los usuarios apuestan por él. Creo que todo lo que se haga en ese sentido será beneficioso para la sociedad.
No puedo finalizar estas reflexiones sin hacer una llamada a que los gobernantes muestren un mayor respeto e interés por nuestro patrimonio histórico ferroviario. Es interesante, e incluso necesaria, la actividad de asociaciones y aficionados individuales, pero sin un claro apoyo de gobiernos, empresas e instituciones ferroviarias no pueden conseguirse buenos y eficaces resultados. Para mí, ese patrimonio tiene tanto valor como otros patrimonios históricos, no se trata de un conjunto de chatarra o de viejos edificios; todo lo contrario: es la plasmación y el recuerdo de mucho esfuerzo intelectual, artístico, organizativo y por supuesto físico de miles y miles de españoles. Forma parte de nuestra historia más profunda y explica en gran manera como hemos sido y como somos. Y en este contexto, no puedo dejar de hacer una llamada especial a la recuperación y puesta en operación de algunas de nuestras locomotoras de vapor conservadas. A ninguna generación debería hurtársele la contemplación y el disfrute de la tracción vapor, aunque ya sea como una actividad cultural y de ocio.
Conseguir todo ello requiere planificación inteligente a medio y largo plazo con el eficaz soporte de una acción política que llegue más allá del horizonte de unas próximas elecciones y que no se empeñe en destruir logros conseguidos por equipos anteriores. Desgraciadamente todo ello no se da mucho en España… Pero yo sigo esperanzado en poder viajar algún día entre Cuenca y Utiel en un tren híbrido, sin dar bandazos, acompañado por grupos de escolares que van a visitar diversas aulas de la naturaleza, así como de habitantes de Carboneras, Cañada del Hoyo o Camporrobles, para los que la calidad del servicio les ha llevado de nuevo al tren. No sé, a veces, algunos sueños se hacen realidad…
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Hasta aquí el último capítulo de mi libro "Recuerdos del tren". Si alguna persona desea tenerlo "físicamente" puede encontrarlo aquí. Mi agradecimiento a todos los seguidores del blog y, si se me ocurre algún nuevo motivo, nos encontraremos pronto.
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