domingo, 28 de julio de 2024

Recuerdos del tren (I): Afición, vocación...

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AFICIÓN, VOCACIÓN…


Dicen que la patria de una persona es su infancia. También lo creo; y en esa patria profunda habitaron personajes, paisajes o vivencias que muchas veces cristalizaron en un camino a seguir, en una vocación o… en una afición. Da la impresión que “afición” tiene menos valor que “vocación”, pero creo que una afición profunda tiene el mismo valor que vocación. La afición es una vocación que, por razones de la vida,  tuvo que desarrollarse al  margen de la actividad profesional. Es verdad que muchas personas asumen una profesión sin un especial interés por ella, pero si se ejerce con responsabilidad y respeto acaban con frecuencia abrazándola y amándola. No he sido ferroviario profesional y por tanto no puedo hablar por mí mismo pero me consta del testimonio de muchos de ellos que su profesión por dura que haya sido fue imprimiéndoles un cierto carácter y acabaron sintiéndose profundamente “ferroviarios” formando parte de una gran familia, una familia profundamente amante de su actividad de servicio público, de ayuda mutua. Vocación, ahí está.

En mi patria infantil el tren estaba muy presente. En el pueblo en que yo vivía en aquellos años cincuenta y sesenta el tren formaba parte de la vida de cada día. Era el medio de transporte básico, la estación el lugar de encuentro de todo tipo de personas y del paseo de los domingos por la tarde, y el pitido de los trenes una señal de la llegada de la lluvia cuando las cosas meteorológicas eran de otra manera. Aunque la estación estaba relativamente lejos del pueblo yo vivía cerca e iba allí con frecuencia a dar una vuelta con mi bici y me empapaba de aquel ambiente, de aquella vida.

Estación de Santa Cruz de la Zarza en los años sesenta (Santiago Almarza)

Hubo también en aquella patria un personaje clave en mi vocación ferroviaria: mi padre. Durante la Guerra Civil había servido en un regimiento de transmisiones que durante un tiempo le tocó tender y mantener líneas telefónicas para uso militar en la montaña leonesa. El pequeño destacamento en el que estaba destinado tenía como base de operaciones la estación de Cistierna. Me contó muchas anécdotas ocurridas allí, entre ellas cómo se las ingeniaban para escuchar las conversaciones entre los altos mandos militares y enterarse de las posibles operaciones que podían ordenarles…hasta que fueron descubiertos por los propios “espiados”. Pero lo que me contaba con más entusiasmo, con más fuerza, eran sus vivencias con el Tren de La Robla, de sus grandes vagones de trasporte de carbón y de sus locomotoras. Me hablaba con especial entusiasmo de unas de ellas grandes y muy impresionantes. Como decía que parecían dos locomotoras juntas, años después llegué a la conclusión de que se refería a aquellas cuatro imponentes Garrat 131+131, números 80 a 83 que La Robla puso en funcionamiento entre 1929 y 1931. 

La "Garrat" nº 81 del Ferrocarril de La Robla (L. G. Marshall)

Pero había un “secreto” que me enseñó y que yo lo viví como una verdadera revelación, como un arcano que  me daba un conocimiento especial. Era ni mas ni menos que el significado de la numeración de las locomotoras de RENFE. No me habló tanto de la segunda parte de esa numeración donde se especificaba el número de cilindros, su posible formato “tanque” o el número de orden dentro de su serie, pero sí de las primeras cifras que se referían a su rodaje. Me maravilló aquel “saber” y, aunque por mi estación solo pasaban 241 “1700”  o “mikados” 141, durante mucho tiempo, cuando entraba la locomotora en la estación, solo tenía ojos para la numeración de la placa. 

Placas de matrícula y de construcción de la primera locomotora "Mikado" de la serie 141-2101 a 141-2417 (autor desconocido)

Al ser frecuentemente las mismas máquinas, pertenecientes la mayoría de ellas al depósito de Atocha o Cerro Negro (no sé cual era la denominación oficial en aquel momento), establecí un grado de “amistad” con algunas y esperaba con interés cuál llegaría cada día a “visitarme”. Así, mis mejores “amigas” eran las “mikado” 141-2351, la 2353 y la 2355. Me dio por tanto mucha alegría cuando me enteré que la 2351 figuraba expuesta en la Avenida del Ferrocarril de Elche y casi de inmediato fui a reunirme con mi vieja amiga. Claro que, con lo que ahora uno ya sabe, me vino la duda de sí habría habido algún cambio de placas y aquella 51 no era exactamente mi 51…pero un niño –en aquel momento había vuelto a  la infancia- no piensa en esas cosas que a veces hacen los adultos. Era mi querida 2351.


Mi compañera de infancia, la 141F-2351, ahora expuesta  en Elche

Pero, ¿hay otra patria más allá de la patria de la infancia? ¿Nace ya uno con unos genes, u otros recuerdos de “otras vidas”? No voy a entrar en un debate casi metafísico pero si quiero dar unas pinceladas sobre un sueño que tuve hace ya bastantes años. En él, una persona llegaba al despacho que ocupaba en mi trabajo y de una manera tranquila y afectuosa me revelaba que en el siglo XIX yo había sido ingeniero de ferrocarriles y había trabajado en la construcción de una línea ferroviaria en el País Vasco. En una época de las guerras carlistas había muerto en un ataque a la vía férrea pero la persona que me lo comunicaba quería que fuera consciente del excelente trabajo que había realizado. El sueño tenía algunos detalles personales más pero lo importante es que desperté con una inmensa paz que me duró bastantes días y que todavía vuelvo a revivir a veces.

¿Hay otra “patria” más allá de la infancia? ¿Qué es sueño y qué es realidad? ¿Importa cuando su significado es profundo? No lo sé. De momento hablemos de trenes.

5 comentarios:

  1. Don Ángel, hasta la plácida tarde de domingo de verano con treinta y muchos grados, nos sigue sorprendiendo, como ya nos tiene mal acostumbrados.
    Voy a poner un "pero", Amigo Ángel: tengo un complejo de perezoso, léase vago, que no puedo con él. Un abrazo, pero grande.


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  2. Gracias Jesús. Bueno, igual te has olvidado del calor por cinco o diez minutos.

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  3. Muy sabias y emotivas reflexiones,Ángel,que por supuesto comparto.Me vienen a la mente esos recuerdos imborrables de la infancia,pero,que por supuesto permanecen tan vivos como si hubieran sido muy recientes en la afición por el tren.En mi caso,mi abuelo tuvo bastante "culpa"de ello,no era ferroviario,pero,trabajaba en el puerto en labores de carga y descarga de buques con maquinaria,y conocía bastante de primera mano las series de vagones,las maniobras,y las locomotoras, en su cotidiano ir y venir en los muelles,y,de verlo diariamente,desde muy niño,las atareadas 303 y las Alsthom 1000 de FEVE,fueron mis primeras y admiradas locomotoras,también las pequeñas y fabulsosas 1300,además,de,un poco más adelante,las 269 "verdes",eran esas máquinas que tanto admiraba con todo detalle,como te sucedía a ti,las numeraciones,placas,y,como todos los abuel@s,se encargaba de "consentir"esa afición,ayudado con la intermediación de aquellos abnegados ferroviarios que se afanaban en explicarte todo aquello que quisieras saber,e incluso invitarte a subir a cabina...También mi abuelo me hablaba de La Robla y el F.C.del Cantábrico,de aquellas relucientes y cuidadas locomotoras de vapor...Desde luego,las "Garrat"de La Robla imponían!.Quiza la infancia es esa patria que uno nunca debe o debió abandonar,al menos,nunca del todo...Muchas gracias por compartir todas esas vivencias y emotivos recuerdos y reflexiones!...

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  4. Un abrazo Angel, confío en seguir disfrutando muchos años de tus reflexiones.

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