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VISITANDO A LA FAMILIA (II)
Además de a los abuelos, también visitábamos periódicamente a otros miembros de la familia, y casi siempre utilizando total o parcialmente el tren, algo que para mí ya llenaba de sentido e interés el viaje.
Un lugar relativamente complicado de llegar desde Santa Cruz era el pueblo de Cebolla, situado en la parte occidental de la provincia de Toledo, a medio camino entre Torrijos y Talavera, con una estación compartida con Illán de Vacas y situada a unos tres kilómetros del pueblo. El viaje empezaba a las nueve de la mañana en Santa Cruz yendo con el semidirecto hasta Aranjuez y llegando desde allí a Toledo en “el turista”. Tras visitar y comer con la familia, a media tarde tocaba ir a la plaza de Zocodover para subir allí a un viejo autobús renqueante de la empresa Pérez Díaz con la carrocería pintada en rojo con alguna banda plateada que nos llevaría hasta la estación de Bargas en la línea de Madrid a Cáceres y Portugal.
Esta empresa “Pérez Díaz” era la que junto con la empresa “Autobuses Alegre”, en este caso con vehículos en azul y amarillo, tenían la concesión para el transporte de viajeros entre Toledo y su estación de ferrocarril. Cuántos y cuántos turistas que llegaban a la imperial ciudad debieron unir a su recuerdo de la magnífica estación de Narciso Clavería con la visión multicolor de estos viejos vehículos cuyos cobradores les llamaban para que montasen en su autobús. Y cuánto les costaba a éstos, plenos de carga, ascender el empinado camino que desde el puente de Alcántara llevaba hasta Zocodover.
Así eran los autobuses de las empresas "Alegre" y "Pérez Diaz". Unos llevaban motor Chevrolet y otros Barreiros (autor desconocido)
Junto con la concesión del servicio a la estación, la empresa “Pérez Díaz” tenía la del enlace entre Toledo y la estación de Bargas. Supongo que ello empezó después de 1947 cuando una riada del Tajo se llevó por delante el puente de la corta línea ferroviaria entre Toledo y la citada estación bargueña. Una línea que se proyectó en los años veinte para unir la principal de la compañía de Madrid a Cáceres y Portugal (MCP) con la de MZA de Castillejo a Toledo, pero que se inauguró –y lo fue por motivos militares- en 1938. Una primera riada se llevó el puente original en 1941 y la otra ya citada de 1947 volvió a llevarse el metálico provisional que se había instalado en sustitución; a raíz de ello se suspendió el servicio y ya ni el puente se reparó ni, por tanto, se restauró nunca el tráfico ferroviario.
Pero bueno, tras esta digresión volvamos al achacoso “Pérez Díaz” que, tras remontar la cuesta que separa Bargas de Toledo y atravesar este pueblo, -la patria chica de Faustino García Linares, gran maquinista y jefe de depósito de Atocha a quien tanto debemos y recordamos los aficionados al ferrocarril-, enfilaba ya la bajada de unos 6 km hasta su estación. Allí esperábamos la llegada de un ómnibus, creo que de Madrid a Talavera, del que me parece recordar que estaba integrado por coches de balconcillos de la antigua Compañía del Norte. Después, el trayecto hasta Cebolla no duraba más de treinta y cinco o cuarenta minutos ¡pero nosotros ya llevábamos unas diez horas de viaje desde Santa Cruz!
La "Linke-Hoffman" 230-2065 (antigua 701 del Oeste) en cabeza de un tren ómnibus de Madrid a Torrijos detenido en la estación de Leganés en 1958. (J. Wiseman)
Otro viaje familiar que solo hice una vez pero que en principio me ilusionó mucho –tanto como luego me desilusionó- es el que efectué con mi padre para visitar a una tía que pasaba los veranos en Ávila. Me dio una gran alegría cuando me comentó que desde Madrid iríamos a Ávila en un “tren eléctrico”. Para mí, que solo conocía “Mikados”, “1700”, “costas” y “verderones”, aquello constituía un atractivo irresistible y pensaba que ese tren tendría que ser algo muy distinto a lo que conocía.
Aquel día llegamos a Atocha hacia las once de la mañana y no sé si en taxi o en metro nos encaminamos hacia la estación del Norte, cuya imagen, tan distinta a la de Atocha, me impresionó. Tras sacar los billetes salimos al andén principal y vi alguna larga composición con vagones desconocidos entonces para mí, si bien a aquella hora de media mañana la estación tenía poco movimiento. En seguida nos dirigimos hacia un andén lateral que era del que salían unas unidades eléctricas que hacían una especie de servicio de lanzaderas hacia Ávila y Segovia.
Unidades eléctricas “trescientas” en la estación madrileña de Príncipe Pío
Yo no sabía que aquellas unidades se llamaban “las trescientas”, ni que alguien las acabaría llamando “pingüinos”, ni que era la apuesta de RENFE hecha a mediados de los años cuarenta para dar servicio a las cercanías del norte de Madrid. Pero lo que sí supe desde el principio era que esos trenes no me gustaron nada. Por fuera yo buscaba algo parecido a una locomotora, pero no lo encontraba; solo había una especie de dos cajones sobre bogies pintados en marrón y crema con un pantógrafo arriba y que, además, no hacían ningún ruido ni echaban nada por ningún sitio. Y lo peor fue cuando subimos y contemplé el adusto y poco agraciado interior: bancos de madera, mucho más incómodos que los de los “costa”, ventanillas altas y nada que me pudiera resultar medianamente atractivo, en fin puro ascetismo ferroviario. Fue una impresión negativa tan fuerte que nunca he logrado recordar nada más de ese viaje. Desde luego, me quedaba con el vapor, el humo, la carbonilla y los cristales bajados completamente de mis mixtos y semidirectos vaporosos. ¡Vaya con los trenes eléctricos!
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Para saber más de las Linke-Hoffman:
https://trenesytiempos.blogspot.com/2023/12/la-traccion-vapor-en-renfe-cxlvi-las.html
O de las unidades 300:
https://trenesytiempos.blogspot.com/2017/08/las-tracciones-termica-y-electrica-en_23.html
Qué tiempos,como no podía ser de otra manera,aquellos transbordos...Aquellos autobuses,fuera cual fuera su estado,desde luego eran bien vistosos y pintorescos,no se podía negar en absoluto su encanto...Y esa primera experiencia del viaje en una formidable "trescientas",aunque supusiera una primera experiencia "negativa",si,espartanas sí que debían de ser (nunca tuve la suerte de viajar en ellas),pero,me hago una idea a través de los comentarios e imágenes...Acostumbrado al vapor,el viajar por primera vez en una "aseptica"unidad eléctrica,aunque en aquella época fueran la modernidad en las cercanías...Aunque a día de hoy se sigue notando casi esa misma sensación de austeridad en las unidades más modernas...
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