domingo, 23 de marzo de 2025

Recuerdos del tren (XXXV): Mi peregrinaje al Ponferrada a Villablino

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MI PEREGRINAJE AL PONFERRADA A VILLABLINO


En la década de los setenta ningún aficionado a los trenes, y sobre todo a las locomotoras de vapor, podía dejar de visitar la línea de ferrocarril de vía métrica de Ponferrada a Villablino (PV), el mítico Ponfeblino, donde toda la explotación del transporte de mercancías como de viajeros se llevaba a cabo con locomotoras de vapor. Era como una especie de peregrinación obligatoria a la “meca” ferroviaria española que había que hacer al menos una vez en la vida; más aún, cuando en España este tipo de tracción estaba dando sus últimas boqueadas. En el PV, en 1987, todavía quedaban operativas tres locomotoras de vapor, curiosamente las 1, 2 y 3, si bien fueron definitivamente retiradas el año siguiente, 1988. Desde entonces todos los servicios fueron realizados por locomotoras diésel que habían empezado a llegar en 1982.

En el transcurso de una de nuestras estancias veraniegas en Gijón, a finales de los setenta, convencí a mi padre para que me acompañara a ver la línea. Le encantó la idea, tanto por el viaje en sí como por volver a ver trenes de vapor en vía estrecha, quizás como recuerdo del tiempo que pasó durante la guerra en la estación de Cistierna, en la línea de La Robla, como ya comenté anteriormente. 

Salimos temprano de Gijón y tras hacer la ruta por Oviedo, Grado, Cornellana y Belmonte de Miranda, atravesamos el majestuoso y espectacular puerto de Somiedo para bajar rápidamente a Villablino en un viaje de un par de horas. No nos detuvimos allí porque sabía que el depósito principal y los talleres de las locomotoras estaba en Ponferrada y era donde existía la mayor actividad del ferrocarril. De este modo serpenteamos durante sesenta kilómetros por la ribera del río Sil, por una carretera coincidente en gran medida con la traza del ferrocarril, y en una hora más teníamos a la vista –al fin- la gran explanada del depósito y el taller. 

Como no disponía de todo el día, con toda rapidez tomé mis dos cámaras fotográficas –realmente malas ambas- y me dispuse a emprender la visita dejando a mi padre que deambulara con tranquilidad por donde le pareciera bien. Ya cuando me aproximaba  me sorprendió -y me encantó- el ver el gran trasiego de locomotoras con grandes penachos de humo junto a otras en reparación. Además, en la inmensa playa de vías se veían por doquier locomotoras en distintas situaciones: apagadas, canibalizadas...y hasta alguna de vía ancha de las que, en aquel momento, yo no sabía nada.



Mi primera imagen del depósito y talleres (Ángel Rivera)

Traté de calmarme y armado de mis dos "maravillosas" cámaras me dispuse a fotografiar todo lo que se me pusiera por delante. Y allí empecé a conocer en directo a las Baldwin, Macosa,  Krauss-Engerth, Borsig…que luego me serían tan familiares. Era una sensación maravillosa deambular tranquilamente sin que nadie pusiera pega alguna, quizás porque los continuos visitantes formaban ya parte de la normalidad cotidiana del depósito. 

En cualquier caso tenía que cuidar la hora porque en modo alguno quería perderme la salida del famoso “correo”. Me dirigí a la estación donde me reuní con mi padre, y allí estaba ya levantando presión la mítica PV 31 en cabeza de cuatro o cinco coches pintados de verde y quizás alguno en marrón. No podía quitar los ojos de todos los movimientos de maquinista y fogonero, el primero ya bastante mayor, que maniobraba no sé qué dispositivo con una monumental llave inglesa. 


La “pareja” de la 31

La salida del correo cumplió con todos los protocolos. El tren iba bastante lleno pero me dio la impresión de que gran parte de los viajeros eran aficionados que harían el viaje de ida y vuelta cumpliendo así con creces la visita a la “meca”. Me daba envidia no poderlo hacerlo también pero nuestras limitaciones de tiempo eran grandes ya que en el viaje de retorno no queríamos pasar el puerto con poca luz. Además sabía que todavía me quedaba más por fotografiar. 

La composición del "correo" (Ángel Rivera)


¡ Hacia Villablino! (Ángel Rivera)

Así era; pedí a mi padre un poco más de paciencia y tras completar las fotos a las Baldwin, Krauss y Macosa, seguí mi paseo por las instalaciones del depósito y por su amplia playa de vías por donde aparecían dispersas algunas locomotoras aparentemente abandonadas o en proceso de desguace. Fotografié con mis humildes máquinas todo lo que se me ponía por delante y no fue hasta bastantes años después cuando tomé conciencia de lo que había fotografiado. Lo comprendí cuando preparando las dos entradas de mi blog dedicadas a este ferrocarril, esas fotos me ayudaron a aclarar muchas dudas y a documentar distintos detalles. ¡Son las gracias que conceden las peregrinaciones!


La 21, ya en pleno desguace (Ángel Rivera)

Espero que, sí finalmente culminan con éxito, y todo parece indicarlo, los planes del Consorcio del Ponfeblino y la empresa ARMF, pronto los trenes turísticos vuelvan a recorrer la línea y quizás, algunos de ellos, encabezado por la mítica PV 31. Habrá que plantearse entonces una nueva peregrinación porque dada la dedicación y el cariño con que los planes de recuperación se están desarrollando el espíritu del Ponfeblino volverá a hacerse presente y volverá a congregarnos otra vez a miles de aficionados.

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Más sobre el Ponferrada a Villablino:

https://trenesytiempos.blogspot.com/2020/03/cronicas-de-la-via-estrecha-cel.html

https://trenesytiempos.blogspot.com/2020/03/cronicas-de-la-via-estrecha-cvi-el.html

https://trenesytiempos.blogspot.com/2020/04/cronicas-de-la-via-estrecha-cvii-el.html


2 comentarios:

  1. Otro maravilloso y único mundillo-reducto ferroviario,en el mayor sentido de la palabra,de una época aún no demasiado lejana,pero donde seguía perviviendo esa magia única en aquel entorno también
    lleno de encanto...Creo que tanto imágenes y texto hablan por sí solas describiendo esa ilusión y sensaciones al verlo o sentirlo,y recrearlo en la imaginación del lector...¡Ojalá se materialicen todos los deseos y vuelvan de nuevo!...

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  2. Hermoso relato, yo descubrí el Ponfeblino en un viaje al País Vasco, al pasar por la estación ponferradina me llamó la atención la hilera de herrumbrosas calderas en medio de la maleza. Preguntando al respecto en Forotrenes me dieron la primera información acerca de este extinto ferrocarril. Unos años después convencí a mi mejor amigo para que me acompañara al museo de Ponferrada. Esa fue mi peregrinación que ojalá pueda repetir si la línea vuelve a oler a vapor.

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