domingo, 1 de junio de 2025

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EL ENCANTO DE VIAJAR POR LA ROBLA


Desde  los tiempos en que mi padre me contaba sus vivencias durante la guerra en la estación de Cistierna, me sentí atraído por esa larga línea minera de vía estrecha, la más larga de España, entre la población leonesa de La Robla y Bilbao, con su importante ramal de León a Matallana donde se unía con la principal y dedicada tradicionalmente al transporte de carbón. Con el paso de los años, a medida que leía más sobre ella, más interés tenía en conocerla y, si era posible, viajar en su mítico correo entre León y Bilbao, aunque eso supusiera un viaje de diez u once horas, pero que aseguraba una vivencia profunda de los trenes rurales de siempre. 

Pero por una u otra razón esa oportunidad no llegó hasta el año 2016 cuando “el correo” ya no era correo y cuando ya no existían las locomotoras de vapor ni los viejos coches de viajeros pero, al menos, el recorrido era el mismo. Así que un día de julio de ese año me presenté en la estación de León dispuesto a mi particular peregrinaje en el que, aunque ya no lo sea en sentido estricto, siempre será “el correo”. 

Me hacía la ilusión ver si ese día el servicio estaba encomendado a una de las entonces “recién salidas” unidades 2700 y podía probarlas, pero lo que se encontraba en el andén era una unidad “apolo” (o más específicamente “miniapolo” al constar solo de dos coches). No me importó en absoluto porque tampoco había viajado en ellas y ya se pensaba que les quedaba poco tiempo de vida en FEVE, algo que el deficiente comportamiento de las 2700 se encargó pronto de corregir. 

Cuando fui a sacar el billete para Bilbao, ya noté en el taquillero un cierto gesto de extrañeza pero no llegó a decirme nada. Sin embargo, una vez de nuevo en el andén, vino detrás de mí para peguntarme sí era consciente de lo que tardaba el tren y de que no llevaba ningún tipo de comida. Le tranquilicé diciéndole que lo era, que se lo agradecía y que no se preocupara. Pero se siguió preocupando; de nuevo volvió sobre sus pasos para advertirme que el tren tampoco llevaba ningún tipo de bebida, una observación en este caso muy pertinente porque en sus primeros tiempos los “apolos” si llevaron una máquina expendedora de bebidas. De nuevo le tranquilicé y me subí al tren para escoger ventanilla a mi gusto. El “apolo” me resultó funcional y acogedor y al llevar muy pocos viajeros no tuve dificultad para instalarme en el mejor sitio que encontré… y me dispuse a disfrutar de una hermosa tarde ferroviaria. 

Tras recorrer unos kilómetros hacia el norte por el valle del río Torío llegamos a Matallana y girando hacia el este emprendimos el camino hacia Cistierna atravesando los valles de algunos ríos que descienden dese  la cordillera Cantábrica de León.  


El “apolo” 2422 estacionado en Cistierna haciendo “el correo” (Ángel Rivera)

Seguimos hacia Guardo, por el hermoso piedemonte de la montaña palentina y a continuación por Vado-Cervera, donde hicimos cruce con uno de los pocos mercantes de la línea, para llegar poco después a Mataporquera.

Mataporquera siempre fue lugar de parada y fonda porque siempre fue la estación de cruce de los dos “correos” y seguía siéndolo. Solo tres o cuatro minutos después de llegar el “apolo”, apareció, ahora sí, la nueva unidad 2701/2702. Tras el cambio de tren de revisor y maquinista en seguida retomamos la marcha para traspasar el umbral entre la vertiente atlántica y mediterránea y emprender la bajada hacia el embalse del Ebro a través de unos paisajes realmente encantados y encantadores con la visión al fondo de la sierra del Escudo. 



Cruce en Mataporquera con el “ikea” 2701-2702 (Ángel Rivera)

Yendo ahora hacia Espinosa de los Monteros y Bercedo aparecían ya las típicas escarpaduras de los páramos burgaleses que tienen su expresión más bella en los montes de La Peña, ya sobre el valle de Mena. La bajada al valle desde el puerto del Cabrio es  realmente bella con un aire entre misterioso y romántico, con la vista a la izquierda de Villasana de Mena y a  la derecha, casi encima de la vía, la inmensa mole de La Peña. 

El Valle de Mena bajando en “el correo” el puerto del Cabrio (Ángel Rivera)

Tras Villasana, solo faltaba ya tomar el valle del Cadagua, para pronto aparecer en Balmaseda, el mítico depósito y taller principal de esta línea de La Robla. Y desde allí llegar a Bilbao a través de un paisaje ya claramente industrial y urbano.

Como el lector habrá intuido, no me separé de la ventanilla ni un momento salvo unas rápidas bajadas al andén en Cistierna, Mataporquera y Balmaseda, tal fue mi nivel de concentración y disfrute geográfico-ferroviario. Lo gocé tanto que me prometí volver a hacer el viaje, o al menos una parte de él. Lo logré un año después cuando me fui en el coche hasta un hotel de Villasana y desde allí hice ida y vuelta a Mataporquera. Era viernes y de nuevo era un “apolo” el que venía hasta los topes de personas que se iban desde Bilbao a pasar el fin de semana a distintos pueblos del norte de Burgos y de Palencia. Fui testigo de los tremendos apuros del “apolo” para remontar El Cabrio y por momentos pensé que no llegábamos arriba. Una vez logrado y ya en Mataporquera y, al igual que revisor y maquinista, hice cambio de tren. 

En el viaje de vuelta sí me tocó una 2700 e indudablemente fui mucho más cómodo porque el número de viajeros era pequeño…pero debo confesar que no me gustó nada, ni el interiorismo ni su funcionamiento, aunque no sea ningún experto en motores ni transmisiones. Así como los viejos “apolos”  aún llevan con dignidad el recuerdo del “correo”, no me parecen que estos “ikeas” lo hagan…pero bueno, a lo mejor, soy yo y mis cosas… En cualquier caso, sea en “apolos” o en “ikeas”, el viaje del “correo” será, mientras dure, uno de los más apetitosos “bocados” para un buen “gourmet” ferroviario… aunque no lleve comida


2 comentarios:

  1. Estimado Ángel:

    En primer lugar, quiero felicitarte por tu blog y darte las gracias por los excelentes textos que publicas en el mismo.

    Hoy, además y por primera vez, me atrevo a compartir contigo y con el resto de lectores unas breves líneas, porque, al leer tu semblanza del viaje en el tren de la Robla, me has dado la oportunidad de recordar y revivir una experiencia similar a la tuya.

    Desde hacía tiempo, unos amigos llevábamos dándole vueltas a hacer este recorrido. Eso sí, como ellos viven en Pamplona y yo en San Sebastián, la opción por el “descendente” era casi obligada.

    Así que, un mes de julio de hace unos cuantos años, quedamos en la estación bilbaína de La Concordia. Ellos fueron desde Pamplona en bus, pero yo aproveché para cargar la suerte, y fui en el tren desde Donosti. Además, por aquel entonces, se llegaba a la vieja estación de Atxuri. Allí, por seguir sobre raíles, tomé el tranvía hasta Abando.

    Cuando en la taquilla de Concordia pedimos tres billetes a León, nos pasó lo que a ti: el taquillero nos miró con tal cara, que tuvimos que confirmarle el destino.

    El viaje fue tan estupendo como tú lo describes. Eso sí, con una pequeña -pero importante- diferencia. Antes de salir de casa, estuve preparando un pequeño surtido de bocadillos variados de los que empezamos a dar buena cuenta (junto con unas bebidas fresquitas en la nevera) casi nada más subir al “ikea”. Para Balmaseda no quedaba más que el recuerdo…

    Siempre nos han quedado las ganas de repetir el viaje en uno u otro sentido; nos encantaría hacerlo en invierno y, de ser posible con una buena nevada (e igualmente bien pertrechados…). En esa temporada, los paisajes del norte de Burgos y de Palencia son fantásticos. Lamentablemente, el horario es solo de tarde, el tren sale en ambos sentidos a eso de las dos y media. Lo que implica que, si se viaja en invierno, durante la mayor parte del viaje, sería de noche.

    De cualquier forma, como bien dices, un viaje muy recomendable (con o sin avituallamiento).

    Un saludo muy cordial y, de nuevo, muchas gracias.

    Luis

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  2. Nunca tuve la suerte de viajar en la linea,ya me hubiera gustado,sí mi abuelo incluso en la época del vapor,y me relataba la lentitud propia de las composiciones y la gran duración del trayecto completo,que aun lo seguía siendo ya con tracción diésel y automotores!,el estado de la línea así lo imponía...Por supuesto el mítico "correo"era un tren con un enorme encanto,hablo por imágenes,ya fuera en vapor o con las diversas locomotoras diésel que lo llegaron a encabezar y la variedad de material remolcado.En viajes a Palencia desde Santander,siempre deseaba con especial interés la parada en Mataporquera,desde la línea de RENFE,se divisaba bien la estación de ancho métrico,justo enfrente,y durante unos minutos,ambas líneas discurren casi a la par en ambos sentidos,siempre esperaba con ilusión la aparición de alguna de mis admiradas GECO 1500 amarillas,o blancas y granate,y casi siempre había suerte de admirar a una doble tracción con una larga hilera de vagones granates X1 con destino a la ya no muy lejana central térmica de Guardo,o con alguna composición de viajeros.Imagino de buena manera lo que pudiste disfrutar en ese viaje a bordo del aguerrido "Apolo" o en un más refinado 2700 y todas las sensaciones vividas,esa subida con el 2400 a tope!,y la belleza sin par de las vistas del la línea...

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