domingo, 29 de junio de 2025

Recuerdos del tren (XLVIII): El largo camino de Oviedo a Ferrol

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 EL LARGO CAMINO DE OVIEDO A FERROL


También tardé tiempo en conocer la vía estrecha entre Oviedo y Ferrol. En mis veraneos gijoneses había llegado hasta Cudillero pero me apetecía mucho profundizar más en el territorio del occidente asturiano y ver cómo los ingenieros habían solventado el accidentado terreno de los valles y barrancos que desde una todavía brava cordillera Cantábrica caen hacia el mar. 

Este recorrido fue siempre un largo camino  Y cuando digo "largo" no me refiero sólo a los algo más de 300 km de vía entre ambas ciudades sino también por su larguísimo periodo de gestación y ejecución que se extendió desde los primeros años del siglo XX -aunque ya se trabajaba en ello en los últimos del XIX- hasta la inauguración completa de la línea en 1972. Tuvo mucho que ver en ello la gran cantidad de peripecias políticas que dificultaron su avance, aunque también es verdad que fueron otros condicionantes políticos los que forzaron su finalización e inauguración en una época en que, de no ser por ellos, posiblemente hubiera quedado inconclusa. Hoy la línea sigue en funcionamiento pero sin ofrecer en absoluto el servicio que demanda la sociedad actual y en una situación muy incierta entre la posibilidad de un cierre o de otra, quizás menos probable y desde luego más lejana, de transformarse en parte de una moderna vía ferroviaria que recorriera toda la cornisa cantábrica.

Pero más allá de todos estos planteamientos –o quizás por ellos- había que conocerla cuanto antes. Fue en el verano de 2016 cuando me fui a Oviedo y me alojé en un hotel de La Losa, el conjunto urbanístico levantado alrededor de las estaciones de ferrocarril ovetenses. En esta ubicación podía disfrutar del tráfico ferroviario tanto en la propia estación como desde la ventana de mi habitación y, por otra parte, me evitaba madrugar más de la cuenta para tomar el servicio a Ferrol de primera hora de la mañana. En cualquier caso mis limitaciones de tiempo y el horario de trenes me obligaban a llegar solo hasta Ribadeo –donde se cruzaban ascendente y descendente- y, de nuevo, tomar allí inmediatamente el tren de retorno a Oviedo.

Llegué con tiempo al andén –condición necesaria para ocupar un buen asiento con ventanilla- y allí ya estaba una unidad 2700 “ikea” preparada. Tras la experiencia por La Robla hubiera preferido una 2400 “Apolo”, pero era lo que tocaba ese día.

La primera parte del recorrido hasta Pravia y Cudillero me era relativamente conocido y tenía un cierto tráfico de trenes; además por Pravia hay que pasar atento ya que, al existir allí algunas instalaciones de FEVE, siempre es posible ver vehículos interesantes. 

Pasado, más bien sobrevolado, Cudillero por su impresionante viaducto, entraba en territorio ya desconocido para mí y ya por supuesto casi sin tráfico. Pasó Luarca, luego Navia y después Tapia y yo no me separaba de la ventanilla. Junto a una naturaleza  espléndida y casi virgen me impresionaron los grandes viaductos de la línea explicándome ahora mucho mejor la tardanza en su conclusión y las dificultades de explotación. Pensaba en los pequeños automotores Ferrostaal que se hicieron cargo de los servicios de viajeros desde finales de los cincuenta, sustituidos más tarde por las unidades MAN 2300 que a su vez dieron paso a los “apolos” 2400 y todavía no desbancados por los 2700.

Un Ferrostaal en Viveiro en 1967 (D.K. Winkworth/del libro "El Ferrocarril Gijón Ferrol" de José Antonio Gómez Martinez)

Un MAN en Ribadeo (autor desconocido)

Un cruce de "Apolos" también en Ribadeo (Ángel Rivera)

....Y de 2700 "ikeas" (Ángel Rivera)

En estas cavilaciones iba cuando me di cuenta que tenía que tomar una decisión. Cómo debía ser normal circulábamos con unos 10 o 15 minutos de retraso y, al igual que me pasó en el viaje el “El tren dels Llacs”, me preocupaba que tuviera alguna dificultad en el transbordo en Ribadeo, o incluso si el cruce pudiera efectuarse en alguna otra estación anterior y también surgiera alguna dificultad. No tendría que haberla porque maquinista e interventor deberían también tomar el otro tren de vuelta…

 Pero por si acaso, y por estirar un poco las piernas antes de la siguiente sentada de tres horas, decidí bajarme en Castropol y pasear durante treinta o cuarenta minutos. Sabía que la estación quedaba lejos de la población pero pensaba que junto a la estación habría quizás un pequeño barrio…o hasta un pequeño bar…Craso error; el edificio de la estación era una pequeña construcción de una planta con un zaguán exterior techado que era el único sitio donde se podía estar ya que la entrada al interior estaba clausurada. Por supuesto allí no había ningún empleado de FEVE…pero es que no había nadie, nadie. La soledad era total. A mi espalda, a lo lejos, alguna construcción industrial y los ladridos intermitentes de un perro. Frente a mí, y tras cruzar las vías, un bosque, creo recordar que de eucaliptos. 

Autorretrato en la estación de Castropol 

La verdad es que la situación impactaba un poco porque, si por alguna razón el tren no venía, posibilidad que con las incidencias típicas de la línea siempre podía ocurrir, salir de allí resultaba un poco complicado. Por suerte lo que si había en el zaguán junto a los horarios de trenes era un teléfono para conectar con la estación de Ribadeo. Pensé que igual no funcionaba pero hubo suerte. Me contestó amablemente el jefe de la estación y me informó de la hora prevista de llegada a mi tren de vuelta. Fue otra 2700 la que llegó a la hora indicada y la verdad es que me encantó verla aparecer y más aún hacerla la señal de parar. 

¡Al fin apareció!

Acomodado de nuevo en la ventanilla me dispuse a disfrutar del otro lado del recorrido. En cualquier caso, el viaje de vuelta fue realmente pesado ya que el retraso acumulado dio lugar a cruces y detenciones no previstas en el horario oficial. Pero, al fin llegamos a Oviedo pasadas las tres de la tarde, con hambre y cansancio pero con una gran satisfacción, había merecido la pena.

Como  me quedaba por conocer el recorrido entre Ribadeo y Ferrol lo hice un verano posterior, aunque ahora ya en coche. Hasta la ría de Ortigueira la vía sigue muy cercana al litoral con paisajes verdaderamente hermosos. Tras contornearla en gran parte, gira ya hacia el interior  hasta llegar a Ferrol.

Satisfecha la curiosidad y admirado por la espectacularidad y belleza de la línea uno piensa con preocupación por su futuro, ya que está solo sostenida por un pequeño tráfico  de mercancías y una cierta responsabilidad de servicio público. Pero si no hay una renovación profunda de infraestructuras y servicios, me temo que su tiempo está contado. Sería una verdadera lástima perderla cuando, acometidas esas reformas, prestaría un servicio importante a la sociedad asturiana desde muchos puntos de vista. Hace no mucho se puso en marcha un estudio informativo para el establecimiento de una nueva y capaz conexión ferroviaria entre Bilbao y Santander y en seguida han surgido voces muy autorizadas reclamando su ampliación hacia Asturias. ¿Podría ser todo ello el germen de una moderna y eficaz vía ferroviaria que recorriera toda la cornisa cantábrica? La esperanza es lo último que se pierde…


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