domingo, 22 de septiembre de 2024

Recuerdos del tren (IX): El hombre de las rifas o el hermano de Noé

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EL HOMBRE DE LAS RIFAS O EL HERMANO DE NOÉ

No solo era Luis el ordinario uno de los personajes habituales, casi icónicos del semidirecto de Cuenca a Madrid, o tren de las nueve para los santacruceros. Había otro que quizás no viajara todos los días como Luis, pero sí con mucha frecuencia. Tras pasar Villarrubia de Santiago y Noblejas, pueblo al que mi padre siempre se refería -y nunca llegué a saber exactamente la razón- como “el de las niñas guapas”, llegaba el tren a Ocaña y yo quedaba a la espera de verle aparecer. Unas veces me asomaba a la ventanilla si la tenía disponible y, si no era así, aguardaba a verle llegar por mi vagón (ya sé que es “coche”, pero en aquella época todos nos referíamos a ellos como vagones).

Pues bien, el que mis padres decidieran participar o no en el sorteo dependía de si íbamos a Madrid o a Toledo. Si era a Toledo había que bajarse enseguida en Aranjuez para transbordar al “Turista” y no nos daba tiempo. Si era a Madrid sí solíamos participar, quizás sin muchas ganas… pero nos había regalado caramelos…y, además, era el hermano de Noé…

Pliegos de pequeñas cartas para las rifas

El hermano de Noé iba recorriendo sucesivos vagones hasta que lograba vender todas las tiras. Cuando lo conseguía buscaba “una mano inocente” -que solía ser la de un niño o niña- y le pedía que sacara un número de una bolsa que llevaba consigo, o bien que eligiera una carta de una baraja. A continuación llegaba un nuevo recorrido por los vagones anunciando a voz en grito el número o la carta ganadora. Muchas personas rebuscaban en los bolsillos a ver donde habían echado la tira de papel, hasta que alguien gritaba “Aquí, aquí”. Nuestro hombre le entregaba el lote de golosinas o quizás una pequeña botella de licor –tengo la sensación de que te daba a escoger- y al ganador se le iluminaba el rostro. El día había empezado bien. Pero, a veces tardaba en llegar de vuelta a nuestro vagón y eso era señal inequívoca de que el premio ya había caído en otro.

Dado el ambiente que se creaba en aquellos vagones de tercera donde todo se compartía, la tortilla de patatas, los humos del tabaco, las toses y hasta los secretos, el ganador se veía obligado a invitar. Algunas personas le contestaban “No, muchas gracias, guárdelo para sus chicos”, pero otros aceptaban la invitación y la bolsa de almendras o caramelos empequeñecía con rapidez. Si el premio era la garrota de dulce –a veces de buen tamaño- la compartición era más complicada y a veces lograba salir incólume de la invitación. Y entonces yo me preguntaba que haría todo el día por Madrid el señor o la señora con la garrota encima…porque ¡se la tendría que llevar a sus chicos aunque no volviera hasta la noche!

Si la rifa había ido rápida todavía tenía tiempo nuestro hombre de organizar otra. Debía ser con rapidez porque cuando el tren, ahora a buena marcha y sin paradas oficiales entre Aranjuez y Madrid, rebasaba Getafe y se acercaba a Villaverde, todo el mundo recogía sus trastos y se preparaba para bajar en Atocha. 

Nunca supe que haría en Madrid el hombre de las rifas hasta su retorno de nuevo por la noche a Ocaña. Cabe pensar que tendría otro trabajo allí porque los beneficios de la rifa no podían ser muy grandes. En el viaje de vuelta, a veces le veía y a  veces no, y tampoco tengo muy claro si volvía a organizar otra rifa; supongo que ya a esas horas y con el cansancio del día, la gente no estaría muy participativa. 

Mientras yo seguía buscando al ganador de la garrota de dulce, nuestro hombre se bajaba en Ocaña. Le veía marchar pero estaba seguro que volvería a encontrarle en el próximo viaje y que habría alguien, cerca de nosotros, que comentaría en voz baja, como si de un saber oculto se tratara, aquello de “es el hermano de Noé, el sastre”


3 comentarios:

  1. Muy entrañable,nuevamente,ese recuerdo,y esa época,ese ambiente en los trenes,lo imagino de muy buena manera a través del texto,las conversaciones,expresiones de los viajeros y tus sensaciones y observaciones...A día de hoy,imposible de volver a recrearlos,ojala!,creo que cobraría ese delicioso sentido de nuevo de los viajes de antaño,tanto para quien viajara por pura necesidad,como para quien de la misma manera además disfrutara someramente del tiempo y sensación del viaje en el tren...Yo,desde luego,prefiero seguir refiriéndome al material remolcado como vagones,que realmente lo son!,en lugar de la tan
    frecuentada,y poco ferroviaria denominación de "coche"...

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  2. Eran Curiosos esos personajes.Yo recuerdo que hacia con frecuencia la linea Cordoba Malaga a principio de los 80 del siglo pasado.En puente Genil subia un señor vendiendo Carne de Membrillo en latas, casi todas con motivos religiosos.Se bajaba en Bobadilla desde donde hacia el retorno a Puente Genil.Mas adelante subia en Alora un señor vendiendo cacahuetes,la curiosidad es que ofrecia primero uno de muestra para su degustacion.

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  3. Estupendo. Otro hermano de Noé, (o quizá mejor de Matusalén, por lo perpetuo), hacía exactamente lo mismo en los trenes que circulaban entre Ávila y Madrid. Muchas veces dando la impresión de que trataba de esconderse y de huir del revisor. Solía bajarse en Villalba, o en El Escorial. Y me parece estar viéndole ahora mismo, aunque llevaba medio siglo largo sin acordarme de él. Muchas gracias.

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