XXVIII
ESTUDIANDO EN MADRID: PAISAJES Y VISITAS
Durante mis años de estudios universitarios en Madrid vivía en un colegio mayor en las cercanías de la Plaza de Castilla. Lo que más me gustaba de la rústica y compartida habitación era sus vistas sobre las vías de la, entonces todavía no finalizada, estación de Chamartín.
Las únicas circulaciones que había entonces en aquellas instalaciones todavía solitarias y un punto inhóspitas eran las de las unidades “900” que iban y venían continuamente como lanzaderas entre las estaciones de Chamartín y Atocha. Las recuerdo perfectamente con su espartano diseño y su característica librea verde oscuro y plata. Las primeras de ellas empezaron a prestar servicio en septiembre de 1967; un año después ya estaban entregadas las 32 unidades que componían la serie y muy pronto extendieron su radio de acción hacia el norte y noroeste de Madrid.
Una unidad 900 en Chamartín en 1970 (Justo Arenillas)
Como aquel paisaje ferroviario tan reiterativo no debía calmar mi afición, y a falta de Internet y revistas especializadas –Vía Libre acababa casi de nacer y todavía no la conocía-, me dediqué a realizar algunas visitas a organizaciones relacionadas con los trenes con el ánimo de encontrar información interesante y, en el fondo, para sentirme unido de algún modo al mundo ferroviario.
Una de aquellas visitas fue al Gabinete de Información y Relaciones Externas de RENFE, el llamado GIRE, que estaba situado entonces en la plaza madrileña de los Sagrados Corazones. No sé qué es lo que se me ocurrió pedir pero lo cierto es que me obsequiaron con una colección casi completa de la revista “Trenes”. Esta revista creo que fue fundada en los años treinta del siglo XX por las compañías Norte y MZA y fue continuada por RENFE hasta 1958. Era una publicación con una edición muy cuidada y con muy buenos colaboradores tanto literarios como gráficos, pero más orientada a la divulgación turística, histórica y paisajística que al mundo ferroviario. El paquete que me dieron iba atado con una cuerda, pesaba no menos de siete u ocho kilos y tenía un penetrante olor a humedad, lo que me hacía pensar que provenía de una limpieza de fondos del almacén del GIRE. Aún así me pareció un regalo magnífico que agradecí mucho pero que supongo que me obligó a tomar un taxi para volver al colegio mayor. Luego, durante muchos años, la colección permaneció en el sótano de mi casa hasta que decidí desprenderme de ella con muchas dudas pero tras comprobar repetidamente que no me ofrecía información ferroviaria especializada y que sus contenidos, aunque de calidad, habían quedado ya muy desfasados.
Otra visita que se me ocurrió hacer fue a la sede Patentes Talgo que entonces se encontraba en la calle de Montalbán, detrás de la plaza de Cibeles. Supongo que también fui a pedir información pero sucedió una cosa curiosa que todavía me despista un poco. Sé que me recibió un ingeniero muy amable y durante muchos años recordé como la cosa más normal del mundo que se llamaba Ángel Torán. Hace relativamente poco tiempo, al meterme más a fondo en la historia de Talgo, descubrí que Ángel Torán había sido uno de sus grandes ingenieros y en buena medida creador del Talgo III introduciendo en él una serie de innovaciones que corregían los problemas de concepción del Talgo II y lo mejoraban profundamente. Ante ello no he dejado de preguntarme si realmente tuve el honor de ser recibido por él o si, por algún extraño vericueto mental, he asociado su nombre a aquella visita.
Y aunque no era consciente entonces de ello, pude conocer, y además en su casa, a otro gran protagonista de nuestra historia ferroviaria: Juan Bautista Cabrera. Cabrera fue presidente de la Asociación de Amigos del Ferrocarril de Madrid y verdadero artífice de la Federación de Asociaciones de Amigos del Ferrocarril de España. Impenitente y excelente fotógrafo de trenes, su colección de imágenes custodiadas ahora por el Archivo Histórico Ferroviario del Museo del Ferrocarril de Madrid, y de la que hago frecuentemente uso en mi blog, tiene un valor histórico y ferroviario incalculable.
Pero Juan B. Cabrera -como siempre se le ha conocido- era editor del “Horario Guía de Ferrocarriles”, publicación creo que mensual y bien conocida por mí dado que, sin exagerar, podía disfrutar de su lectura tanto o más que de una buena novela policiaca.
No sé de qué modo me enteré que Cabrera liquidaba ejemplares de antiguas guías ferroviarias y ni corto ni perezoso le solicité dentro de las posibilidades que ofrecía, y de mis recursos, una de 1939, otra de 1945 y una tercera de 1954. Me contestó afirmativamente con el presupuesto y me indicó que debía ir a recogerlas a una dirección, que intuí que era su domicilio, en una calle muy cercana a la de Génova. Me las entregó en la que debía ser la puerta de su propia casa y lo que no he logrado nunca recordar es si tuve algún tipo de conversación con él más allá de la pura transacción.
Si en aquel momento hubiera sabido quién era desde luego que hubiera intentado estrechar de algún modo mi relación con él y con su mundo. De todos modos, si bien lo miro, de alguna forma eso lo he logrado muchos años después a través de sus fotografías. Cuanto le agradezco, aunque sea póstumamente, su gran trabajo.
Me veo identificado de buena manera en estos recuerdos de juventud,en mi caso,de niñez en esa ilusión de profundizar más en el tren con publicaciones,ya fueran revistas,guías,albumes,¡todo era bien recibido y,por supuesto agradecido!.Aunque fuera uniforme el material que podías visualizar desde el colegio mayor,se trataba nada menos que de aquellas por aquel entonces unidades 900!,quizá con un protagonismo no tan relevante en general como lo fuero otras series contemporaneas,pero,no exentas del mayor interés,desde luego!,personalmente no tuve ocasión de verlas!.Si que sería probable que fuera el propio Ángel Torán quien te recibiera en Patentes Talgo y te dispensara esa cordial acogida complacido de satisfacer ese sincero interés de aficionado,al igual que el Sr.Cabrera,desde luego,artífice,entre otras muchas cosas,de tan cuidado y valioso archivo fotográfico.
ResponderEliminarEn una ocasión,siendo niño,no sabría decir con exactitud su cargo,pero,debía ser un jefe de zona,o encargado,me recibió en un despacho de FEVE en Santander y me obsequió muy amablemente con un muy cuidado y completísimo album de material motor y vagones,que agradecí con la mayor ilusión,y,que,por supuesto,a día de hoy aún conservo,o publicaciones de RENFE...También me encantaban las guías de ferrocarriles,yo,las conocí ya como publicación anual,y me fascinaba leer sus páginas con los más prestigiosos servicios,sus prestaciones a bordo,paradas,o correspondencias con otras relaciones internacionales,en el caso de los expresos que se dirigían a Hendaya o París...Guardo por supuesto aquellos ejemplares...